Pregunta:
Perdone, yo no he entendido nada de lo que usted dice.
Respuesta:
Eso es lógico.
Observe su frase.
Obsérvela detenidamente.
¿Quién es ese “yo” que no ha entendido nada?
Ese “yo” le ha estado “hablando” mientras usted creía escuchar, de modo que ha oído, pero no ha escuchado.
Mientras espere compresión de ese “yo”, nunca va a entender.
El “yo” no puede ser el filtro de conocimiento, porque obviará las partes que no le interesen a él mismo.
Pregúntele a ese “yo” que ha entendido él y verá la trampa.
¿Con quien habla cuando hace esto?
¿Acaso no es usted mismo?
¿Dónde está la distancia entre usted y el «yo» con el que habla?
¿Se puede observar esa distancia?
¿Es perceptible y medible?
¿Se puede controlar?
Si usted tuviera control total sobre su mente, nunca tendría pensamientos molestos, inquietantes o desagradables….
Pero no es así.
La realidad es que vivimos utilizando la mente dirigida por ese “yo” que ha sido quien le ha impedido entender algo.
Hay que razonar como si tuviéramos razón y escuchar como si no la tuviéramos.
Eso le hará más libre y le dará la posibilidad de aprender.
Si el “yo” decide que no hay nada nuevo porque él ya lo sabe todo o lo corrige todo, entonces no hay esperanza, no hay nada que hacer.
Hable con ese «yo» a ver que quiere él y luego pregúntese íntimamente que quiere usted.
A veces ocurre que vamos de un lado para otro sin saber que buscamos, por qué lo buscamos o ni siquiera quien lo busca.
A veces ocurre que la Verdad es un camino sin senderos marcados.