Archivos para diciembre, 2015

Vivir tu propia vida es un ejercicio de honestidad imprescindible.

Darte cuenta de que eres responsable de tus propios pensamientos es necesario para poder salir de ese eterno descontento que para algunos supone transitar su propia vida.

Un descontento del que generalmente se culpa a otros.

¿Son los demás los que deben actuar como nosotros queremos para que nuestra emoción no sea el enfado?

¿No es esto someter al otro?
¿No es esto obligarle a actuar de tal forma que se adecúe a nuestro antojo?
¿No es esto coaccionar?

¿No es esto literalmente depender de otros para obtener algo uno mismo?
¿No es hacer responsable a otro de nuestras propias sensaciones?
¿No es obligar al otro a que se comporte de modo que nosotros seamos felices?
¿No es hacer responsable a otro de lo que sentimos?

¿Por qué ocurre esto?
¿Por qué no podemos ser felices por el mero hecho de existir, de vivir?
¿Qué otro objetivo hay más importante, más necesario o más acuciante que ser feliz durante la vida?

Tú crees que siendo otra persona las cosas cambiarían (a mejor, claro).
Crees que si las circunstancias fueran otras, las cosas cambiarían (a mejor, claro).
Crees que si no hubieras tomado aquella decisión en aquel momento, las cosas cambiarían (a mejor, claro).

Esa eterna persecución de la mentira es tan agotadora como inútil.
Hasta el día en que desaparezcas, estará presente si no pones remedio.

Únicamente uno mismo puede hacerlo.
Solo tú puedes resolverlo.

¿Cómo?

Siendo honesto, y no mezquino, siendo humilde y no altivo e intransigente, siendo responsable de ti y de tus pensamientos, de tus emociones, de tus alegrías y de tus tristezas.
Siendo sincero contigo, estando presente en tu propia vida.

¿Estás presente en tu propia vida?
¿Eso crees?
Yo creo que no.

Si estuvieras presente no tendrías miedo.
Si estuvieras presente no te harías tantas preguntas.
Si estuvieras presente no te sentirías frustrado.
Si estuvieras presente evitarías una gran cantidad de conflictos que ahora tienes como hábitos de vida y ni siquiera te das cuenta de que te están moliendo a palos.
Tu mismo te estás moliendo a palos.
¿No se ve esto?

Vive tu vida, permite tu tristeza, solo es una expresión de la vida, de tu propia vida.
¿Duele?
Permite el dolor, no crees barreras, no crees resistencias.
Si lo haces, entonces tendrás dos problemas, el dolor y la resistencia al dolor.

¿Has probado a permitir el dolor?
No a iniciarlo o a provocarlo o a mantenerlo.
A permitirlo, o al menos a no intentar impedirlo.

Percibirlo y no bloquearlo o iniciar un diálogo mental sobre él.
Simplemente que el dolor sea percibido y seguir respirando.

No es difícil. Pero requiere compromiso y algo de esfuerzo.
Ya tienes el camino, ya tienes el cómo, ahora depende de ti probar.

¿Estás satisfecho con tu vida?
Intentas conseguir cosas que corrijan tu pena y lo haces desde el exterior.
Obteniendo cosas desde el exterior.
Materiales o no.
Pero desde el exterior.

¿Qué sentido tiene esto?.
¿Dónde está tu pena?
¿Está fuera?

Intentas cubrir la frustración con el agua de tus deseos pero el sol o el tiempo secan el agua y ahí sigue la miseria.
Cubrir un problema no es resolverlo, es olvidarlo o ignorarlo momentáneamente.

Obsérvala, acúnala, ámala, esa tristeza forma parte de ti no hay porque evitarla. No te regocijes en ella, no te apropies de ella, ella no eres tú. Si la observas hay una distancia.

La felicidad no está lejana.
¿Por qué dejarla para mañana?
¿Por qué dejarla para el día que mueras?

TODO lo que sientes es felicidad.
Pero la felicidad no es una sensación, sino un estado.
O quizá incluso puede ser la ausencia de cualquier estado.
¿Se ve esto?
Si determinas que es una sensación la has nombrado y la expulsas de tu percepción, pues la has anclado como concepto. Los conceptos pueden ser nombrados y analizados, no observados. Hay que deshacer el concepto para poder entenderlo en esencia.

PERMITE. PERMITE.
Deja ir, deja ir.
Dejar ir no es rechazar.

¿Se ve esto?
Permitir no es provocar.
¿Se ve esto?
No hay que rechazar ni aceptar, ambas acciones son violencia y generan más violencia.
No crees violencia.

Intentar impedir aquello que sientes (sea lo que sea), es violencia hacia ti mismo, hacia tus ideas, hacia tus emociones.
Es traicionarte, es luchar contra ti mismo. Es una fuente infinita de conflictos.
Permite que tus sentimientos se expresen.
La mente está completamente condicionada por la palabra.
En la mente, los pensamientos toman la forma de palabras en multitud de ocasiones.
Es ese diálogo interior y agotador que casi nunca lleva a ninguna conclusión útil y que está tan presente.
Pero no nos damos cuenta de hasta qué punto estamos condicionados.
Lo único de lo que puedes estar seguro es de que eres. ERES.
Nada más.
Vive esa experiencia de SER.
En tu mente es distinto.
Verás cómo te suena esto que cuento…..

Tus esperanzas y tus deseos están delante. (Futuro, el futuro queda delante).
¿Delante de qué?
¿Delante de quién?
¿Cómo puede estar delante algo que no existe?
Pero ciertamente así es percibido por la mente.

Tus recuerdos están detrás. (Pasado, el pasado queda atrás).
¿Cierto?
La percepción espacial de los recuerdos es que están detrás.
¿Detrás de qué?
¿Detrás de quién?
¿Cómo de detrás?
¿Cuánto de detrás?
¿Cómo puede estar detrás algo que no existe salvo en tu mente?
¿Está acaso detrás de tu mente?
¿Es posible eso?.
Pero ciertamente así es percibido por la mente.

De momento obsérvalo, dale un sentido, percibe esto…..

¿Por qué no están tus recuerdos a mano derecha?
¿Por qué no están tus deseos a mano izquierda?
¿O al revés?

Palabras, palabras, enredos, enredos.
Es la eterna manía del orden, de colocar cosas siguiendo secuencias que aparentemente tienen un orden.
Al parecer eso evita el caos.
Al parecer, solo.
En realidad no lo evita, lo crea.

Vivir así es más complicado que vivir sin esa forma de pensar.
La forma de pensar «natural» es más sencilla.
La forma de pensar de un niño es más sencilla y maravillosa.
Solo ahora.
Hay un problema y es olvidado en segundos.
No hay resentimiento, no hay rencor, no hay culpa salvo en instantes puntuales.
Luego pasa. Todo llega y todo pasa. Sin residuos, sin secuelas que ponemos nosotros mismos.
Nos castigamos a nosotros mismos.

¿Qué sentido tiene esto?
¿Qué objetivo tiene ese nivel de exigencia con uno mismo?

Quizá el silencio es la forma de pensar que puede que estés buscando.
La que hace cesar esa canción que oyes siempre que despiertas.
Cada día, una y otra vez, una y otra vez.
¿Te has fijado que para cambiar el primer pensamiento que surge en la mente recién despierto tiene que haber pasado algo importante o al menos haber hecho un esfuerzo por que otro pensamiento sea el primero esa mañana?
Es un recuerdo.
Los recuerdos tienen peso, prioridad y jerarquía, se la damos nosotros mismos, pero casi nunca nos damos cuenta y pocas veces sabemos cómo o por qué.

¿Cuándo vas a dejar de cantar en tu mente?
Hazlo ahora.
Detenlo.
Solo tú puedes.
La consciencia no te necesita para Ser, pero tu silencio mental le permitirá expresarse.
Permíteselo.
Aunque no lo creas, eres dueño y responsable de lo que piensas, se dueño también de lo que sientes.

Aprende a  negociar contigo mismo, no cedas tus derechos, te pertenecen, tienes derecho a ser feliz.