Archivos para noviembre, 2016

Hace demasiado tiempo que no escribo en el blog y desde hace semanas tengo rondando por la cabeza la intención de hacerlo con varios post de temática muy diversa.

Pero cambios importantes en los últimos meses me han bloqueado de tal manera que han despedazado mi vida tal como la conocía. Uno se asusta de lo fácil que resulta perder el pie, caer, olvidar que no hay que dar nada por hecho, que nada hay seguro, que la pérdida está ahí siempre, porque forma parte de la propia naturaleza de la vida. No voy a decir si lo que ocurre es bueno o malo, porque eso sería juzgar y es algo que evito hacer (cuando me acuerdo), pero si es cierto que los hechos están ahí, presentes, amenazadores, presuntuosos y retadores, con la barbilla levantada y mirándome altivos, en espera de ver como reacciono o como no reacciono.

Por eso, me gustaría retomar la escritura con algo más íntimo y personal de lo que habitualmente escribo.

Hoy quiero escribir sobre la atención, el enfoque y la cualidad del proceso de pensar (esa es la intención, veremos como acaba esto).

La primera vez que me di cuenta de las inmensas diferencias que hay entre prestar atención y no hacerlo fue hace más de 20 años, pero lo recuerdo como si hubiera sido hace 5 minutos.
En aquel momento el parque del Retiro de Madrid estaba abierto permanentemente, ahora lo cierran durante la noche.

En aquel tiempo, uno estaba pasando por un momento vital crítico, lo escribo de forma automática, sin saber exactamente que significa eso de “un momento vital crítico”, tengo la sensación de que se trataba del presentimiento de un cambio radical, la necesidad de un giro de 180 grados en la vida que llevaba hasta ese momento y durante esa etapa de la vida en particular, que me generaba un inmenso y constante sufrimiento, físico y psicológico.

Quien haya pasado por una etapa así sabe de lo que hablo, quien no sepa de lo que hablo, me produce alegría, porque eso significa que no ha transitado por un “lugar” tan hostil, doloroso, decadente, tenebroso y delirante como ese. Un lugar que te despedaza sin contemplaciones. De forma continua y persistente, como un martillo neumático.

La respuesta normal es buscar ayuda médica en primer lugar porque si hay dolor normalmente ocurre algo.

Luego buscas ayuda y distracción en tus amistades, en tus relaciones familiares, en tus relaciones sociales, en el trabajo, en el ocio, en tu entorno más cercano, en tu propia intimidad….etc.

Pero pasaron meses y meses y observé que aquello (fuera lo que fuese), no daba tregua y ningún médico podía explicarlo (Aunque hubo muchas explicaciones peregrinas, muchas pruebas y demasiados palos de ciego).

Yo me entregaba cada vez más a prácticas intensas como el rezo (en aquel momento rezaba), o la meditación, o la contemplación, o el pranayama (control de la respiración), o el Zazen o eso que ahora llaman mindfulness y que antes no llamaban así o las lecturas de una miríada de textos distintos, que abarcaban multitud de campos.

Muchas de estas cosas me ayudaron. La agonía cambio, no terminó, pues no hay final ni principio y eso debió ser entendido.

Me di cuenta de algo, observé por mí mismo que podía sustituir el contenido del pensar por otro contenido.

Así, NO podía dejar de hacerme preguntas de un modo obsesivo, pero SI podía cambiar esas preguntas (esas palabras en la mente), por otro contenido. Experimente mucho durante aquel tiempo. Observé que es mucho más eficaz tararear una canción que seguir pensando en otra cosa en términos de “palabras”. Era más eficaz seguir un ritmo con la mente, o con los dedos, u observar la respiración, o contar desde 10.000 hasta 1 hacia atrás restando 3 cada vez (este ejercicio deja exhausta la mente, casi puedes escuchar los engranajes del cerebro, ahí, buscando el siguiente número e intentado no olvidar por donde ibas, la guasa estaba en que si te equivocas, empiezas, así que la cosa tenía su gracia; aunque luego te lo sabes de memoria y solo recitas, y así ya no vale).

Es importante ser constante, incluso severo. Cuando quieres cambiar algo hace falta esfuerzo. El trabajo es arduo y muchas veces se torna duro, porque hay una tensión constante entre exigir y permitir, hay que tener disciplina para combatir el impulso natural de dejarse ir por el camino más fácil (el camino más fácil es seguir igual o no hacer nada).

Por aquel entonces yo buscaba parques y entraba en ellos para sentarme en la hierba y esperar. Creo que recorrí el 70 % de los parques de Madrid (y eso son muchos parques).

Buscaba un espacio tranquilo, en el que no hubiera nadie, y me sentaba. Pasaban horas haciendo esta clase de ejercicios y conseguía tranquilizarme. Simplemente observaba, escuchaba (pájaros, agua, nada), y eso me calmaba y el dolor desaparecía (resultaba bastante extraño, desconcertante.).

Si tienes la mente preparada, la percepción de la “realidad” cambia, digo la percepción, no digo la realidad. La realidad es inmutable. La percepción de la realidad depende absolutamente de la mente y los sentidos, por eso hay tantas percepciones de la realidad como seres vivos, pero hay únicamente una realidad. (Es curioso observar esto).

Pero retrocedamos 20 años y volvamos al parque del Retiro. A las 3:30 de la mañana yo no podía dormir y me animé a ir al Retiro, como no tenía coche ni medio de transporte, fui corriendo. Era fin de semana, y había bastante gente por la calle. El “running” no estaba de moda, ni siquiera se llamaba así, de modo que ver a alguien corriendo a esa hora, suponía que estabas huyendo de algo. (Y realmente así era, aunque toda esa gente no lo supiera nunca).

Llegué al Retiro y en lugar de sentarme no sé porque me puse a caminar, muy despacio, no haciendo Kin-hin (de hecho no sabía lo que era eso), pero casi.
Era completamente de noche, el cielo estaba despejado y había luna. Solo las farolas indicaban los caminos, el retiro es como un frondoso bosque que de día mola, pero de noche no mola nada, así que caminé muy despacio a donde me llevaran las farolas encendidas y cuando llegaba a un cruce de caminos, elegía uno de forma automática, sin detenerme, simplemente continuaba.

Pasado un rato empecé a darme cuenta de lo que me rodeaba.

Soledad total, aislamiento, silencio, calma, frío, espacio, lejanía, miedo….

Miedo, siempre miedo, el maldito ahí agazapado.
Tan conocido, tan necesario para sobrevivir siempre y tan enemigo a veces….

Los arboles movían sus ramas, ningún animal apareció a mi paso, ni pájaros, ni ardillas, ni nada. Y llegué al estanque.
La luna, se reflejaba en el agua.

Calma total. El agua era como una bandeja de plata, una balsa de aceite, una mesa de piedra inerte que producía reflejos vivos. Una mínima vibración, de los peces que nadaban bajo el agua, supongo, quizás el aire.
No lo sé con seguridad, pero no es importante, lo importante es que no me interesaba la luna que veía en el cielo, sino la que veía en el agua.

Eran aproximadamente las 4:30 de la mañana. Me senté y no dejé de observar la luna en el agua. Vi cómo se desplazaba la luna sobre el agua, mientras el agua permanecía.

Si prestas atención ves, escuchas y sientes cosas que están ahí, pero que pasan completamente desapercibidas. Como ese reloj que siempre hace tic tac, pero que no se oye hasta que enfocas.

Pasaron horas y amaneció, vi como el sol nacía, rojo fuego, y como subía, majestuoso hacia el cielo, a las 7 o las 8 de la mañana empezó a llegar gente, muy pocas personas, escuchaba arrastrar cosas, maletas, cajas y pies caminando, personas murmurando, hablando, llegando. Matando el silencio que me servía de refugio, que me servía de piel.

A las 11 de la mañana seguía sentado en el mismo sitio, y aquello era otro mundo. Cientos de personas paseando, un ruido ensordecedor, montones de parejas y familias remando en las barcas del estanque. Pájaros sobrevolando el cielo, perros ladrando, niños llorando y gritando,  peces mutantes buscando gusanitos o lo que les echen.

Y pasó algo. Algo muy importante para mí.

Pasó que me di cuenta de que allí seguíamos el estanque, el sol y yo y que aquello era inmutable.

Era inmutable a pesar del movimiento, a pesar del caos aparente y de la muchedumbre.

Éramos los mismos que hacía unas horas, pero el estanque estaba lleno, el sol estaba alto y yo estaba alterado por tanto barullo. Pero hacía tan solo unas horas había estado en comunión con la luna, el sol, el agua y la mente (no mi mente, sino la mente).

Lo que ES estaba ahí aún, abarcándolo todo.

Entendí cosas. La luna se había marchado (la pérdida). El sol se movía (la incertidumbre, la duda, el riesgo, el tiempo), el estanque estaba agitado y lleno de gente (la mente, los pensamientos, el miedo).

Entendí que el pensar se puede cambiar para no sufrir.
Una experiencia de primera mano magnífica.

Esto no fue inmediato, darme cuenta fue un proceso intenso. Me di cuenta de cómo pensaba.

Del proceso, la intensidad, el orden, la profundidad, los tiempos, la cualidad….. hay muchos detalles en el pensar.

Leyendo algunos de vuestros correos, sé que no soy el único que piensa de esta forma.

Por ejemplo, si yo veo un avión en el cielo, inmediatamente y de forma involuntaria, me imagino la cabina, el piloto, noto los mandos en mis manos, y los pedales en mis pies, “siento” lo que siente ese piloto, imagino con un nivel de detalle que asusta, todos y cada uno de los relojes, luces, pantallas e indicadores que está viendo, leyendo y analizando para realizar su vuelo, puedo ver las manillas de los relojes, sé lo que ponen, sé lo que indican, sé que le deberían indicar.

Otro ejemplo, si veo una fotografía en la que aparecen unos ojos, siempre busco el reflejo en ellos de quien está haciendo la fotografía. El fotógrafo (el observador externo de esa escena), tiene que aparecer reflejado en alguna parte (o puede hacerlo), sobre todo en la córnea ocular. Es un efecto óptico que se produce por el reflejo de la luz en las cuatro capas del globo ocular que tienen la propiedad de reflejar (córnea, iris, pupila y cristalino) y que siempre devuelve una imagen. Bueno, pues yo la busco.

Ese potencial de la mente, que es la imaginación, puede abrumarte o puede ayudarte.
Préstale atención, tu imaginación es un tesoro, pero debe estar controlada y ser entendida. Porque también puede dañarte.
Con atención y enfoque pones a tu mente a tu favor y la cualidad del pensar cambia, se transforma.

En aquellos años, a mí, aquel pensar me estaba despedazando.
Los momentos más importantes de mi vida (que puedo contar aquí), son pocos, pero en todos ellos ha habido un nexo común.

La mente estaba extenuada y al límite. La atención era extrema, el enfoque al máximo y la cualidad del pensar era comprendida. El contexto del pensar era comprendido.

Por ejemplo, he tenido experiencias corriendo, buceando, acompañando enfermos o tocando el piano. También sentado y meditando, o sencillamente sentado, sin hacer nada.

Hablemos de pianos, recuerdo una gran experiencia y puedo imbuirme en ella a menudo, cuando toco el piano como si me fuera la vida en ello. Haciendo esto con convicción y esfuerzo (igual que al meditar), te conviertes en la propia música que tocas. Cientos de horas después de imaginarte la pieza, en tu mente, una y otra vez, una y otra vez, debes ponerte frente al piano y tocar cada tecla, cada blanca, cada negra, cada pausa, cada dedo, cada impacto, cada pulsación, la cadencia, la armonía, la melodía principal, el acompañamiento, el ritmo, el silencio. (El silencio es tan importante como la propia música, de hecho el silencio es parte de ella y no se concibe una sin la otra).

El piano, cuando deja de ser desesperadamente complicado (igual que la meditación), empieza a proporcionar placer, el problema es que el piano puede ser endiabladamente complicado durante 4 o 5 vidas enteras, salvo que seas Bach, Mozart, Chopin, Liszt, Schumann, Brahms, Beethoven, Sokolov o Lang Lang, que también sufrieron lo suyo (algún día escribiré sobre ellos), y que fueron capaces de escribir sinfonías y piezas de más de 125.000 pulsaciones para piano, y se las sabían de memoria. Podían tocarlas en su mente, nota a nota, pulsación a pulsación.
Aunque ellos eran (y algunos son todavía, porque están vivos), totalmente únicos.

Ahí está la aptitud. Por supuesto también está la actitud, y una destreza, una habilidad y maestría casi imposibles de encontrar, pero nosotros no somos ellos.

Y es importante entender que muchos de ellos, solo olvidaban sus penurias y sus circunstancias cuando tocaban, no tenemos noticias de que estos maestros alcanzaran el nirvana ni la plenitud en sus vidas, pero cuando tocaban, entonces desaparecía todo, que es un estado muy buscado por estos lares.

No debe ser muy fácil llamarse Joannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart, tampoco debe ser fácil escribir tu primera sinfonía a los 8 años y escribir 41 sinfonías antes de morir a los 35 años con 6 hijos. Por no mencionar que también escribió 22 óperas y más de 600 obras perfectamente clasificadas y diferenciadas, aunque esto supongo que lo haría en sus ratos libres.

Con seguridad, la mayoría de nosotros no somos genios deslumbrantes de la historia de la música (ni lo seremos), pero quizá tengamos más información que ellos y sea útil.

Puedes tocar el piano, tienes manos y ante ti un Steinway con todas y cada una de sus piezas hechas a mano.

Dale.

Pero para darle bien, para sacar lo que ese piano puede dar, necesitas actitud.
La actitud ante un piano, y ante cualquier circunstancia en la vida es la que marcará el resultado de la experiencia que te proporcione ese piano o esa circunstancia.
(¿Se ve esto?).

Todo cuesta.

Quien diga que no, que las cosas ocurren por osmosis o por generación espontánea miente.

Igual ocurre con Ramana, Krishnamurti, Deshimaru, Dogen, Nagarjuna, Shantideva, Yogananda, Hui-neng, Thich-nhat-hanh….y tantos y tantos otros, que resulta imposible nombrarlos a todos. Con su legado, con sus experiencias.

Yo puedo probar lo que estamos hablando aquí.

Cuando alguien se aplica con el suficiente interés, esfuerzo y pasión, el resultado de su experiencia cambia.

Y lo hace porque las partes del cerebro que intervienen y se activan en la ejecución de una pieza de piano CAMBIAN si estas emocionado y vives la pieza. No hay nada místico. Es físico.

Hay multitud de pruebas científicas que avalan estas teorías del uso de zonas cerebrales no necesarias para realizar una tarea. (Ya sea meditar, tocar un instrumento, escalar, bucear, correr..etc. (Nota: Ver la tele con interés no sirve).

Cuando alguien siente emoción, se activan circuitos neuronales distintos Y NO NECESARIOS para llevar a cabo la tarea pretendida.

Hay quien cuida plantas, quien observa en silencio, quien dibuja espléndidamente bien (yo no tengo esa destreza, por desgracia), hay quien hace Sumi-e, quien hace Origami, quien cuida personas, quien cura enfermos, quien pasea entre flores, quien toma una sopa miso, quien mira a sus hijos dormir, quien observa el cielo, quien lee un libro, quien simplemente vive su día a día con la actitud adecuada para ser pleno.

Pero para todo eso se necesita atención, esfuerzo, trabajo, darse cuenta, esforzarse, trabajarlo, tener la actitud adecuada, la paciencia, la insistencia y por supuesto, la práctica.

Tu vida es la pieza musical más importante del mundo
¿Puedes tocarla con la actitud y emoción necesarias?

Si alguien no sabe de qué hablo cuando describo esto, puede ver estos vídeos de Ezio Bosso. Tal vez resulten aburridos o tal vez te cambien la vida. ¿Quién sabe?

Ezio Bosso. Following a Bird. Pieza para piano.

Ezio Bosso. Presentación de 4 temas de su obra The 12th room.

Abrazos para tod@s.