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Conversaciones_15

Publicado: 17 abril 2013 en Conversaciones
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Pregunta:

Llevo años practicando y no avanzo, no alcanzo ningún estado distinto ni me siento mejor.
¿Qué puedo hacer? ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué hago mal?

Respuesta:

En ese caso le pasa igual que a mí, igual que a muchos, igual que a casi todos.

La meditación, el Zazen, el Pranayama, la concentración, o lo que sea que usted llame Práctica, no puede convertirse en un obstáculo, en ese caso hay que dejarlo, sin más.

No dice uno que al primer contratiempo se abandone la Práctica, ni mucho menos, pero si con el paso de los años, el Refugio no es tal cosa, la calma no se vislumbra, y todo lo que hay es agitación y problemas, es mejor detenerse a ver que estamos haciendo mal.

La Práctica funciona, eso es un hecho, por tanto, lo que puede estar pasando es que la Práctica se lleve a cabo de una forma incorrecta, o que no se entienda.

El problema es que la propia Práctica se convierte en un hábito mental.
Es solo eso, pero es extraordinariamente difícil de observar y mucho más difícil aún de resolver.

Pero puede hacerse.

En primer lugar hay que entender que se está haciendo.
Cuando al principio a uno le dicen que se concentre en su respiración y cuente las inhalaciones y las exhalaciones, lo que se busca es una distracción nueva para cambiar las distracciones habituales y a partir de ese cambio, dar el siguiente paso.
Pero en esa fase no es más que otra distracción.

La mente piensa en patrones establecidos que están muy arraigados, por eso cada mañana en cuanto uno despierta, si uno observa, si uno escucha, verá que la mente le pone «delante» del pensamiento los problemas que más nos acucian, los asuntos que más nos inquietan, las cuestiones que más nos preocupan, una y otra vez, una y otra vez.

Generalmente uno empieza a practicar porque sufre.
En muchos casos, el sufrimiento es el motivo por el que las personas buscan soluciones y por ello practican, de este modo, la Práctica es una «solución» a un problema, pretende ser una huida de una realidad percibida (el sufrimiento) y por tanto, se esperan resultados de ella, una evolución, se empieza a pensar que con la Práctica se puede erradicar el sufrimiento, y aunque esto sea cierto, no se puede tener este pensamiento como motivación para practicar, porque lo que ocurre es que la Práctica se convierte en una esperanza para el futuro y por tanto en un pensamiento más.

Eso la convierte en algo completamente inútil y muchas veces contraproducente.

Más tarde, al ver que uno no obtiene los resultados deseados, se culpa a la Práctica, cuando en realidad la culpa es de quien practica.
Es como si uno tiene una enfermedad y mantiene el fármaco que la cura en su mano, bien cerrada, apretado el puño con todas sus fuerzas para que nadie le arrebate la solución; pero esa solución de la que no debe apropiarse, debe ser ingerida, para que mediante los tejidos digestivos se absorba, alcance el torrente sanguíneo y haga su función.

Con la Práctica es similar, tenemos el «fármaco que cura», pero lo usamos mal.

La Práctica debe ser nueva cada vez, diferente, debe ser percibido que cada ocasión es única.
No tenemos otra cosa.

El pasado solo sabemos que quedó atrás y ahora es un recuerdo que traemos al ahora (un pensamiento), el futuro es imaginación que también traemos al ahora (otro pensamiento), en definitiva lo único que tenemos es ahora.
No hagamos del ahora un pensamiento.

Con este planteamiento y algo de esfuerzo se puede percibir que la única posibilidad de arreglar cualquier cosa (si es que hay algo que arreglar), es ahora.

No tiene ningún sentido esperar nada de la Práctica en el futuro.
¿Se entiende esto?
¿Qué futuro?

Si no utilizamos los recuerdos y no proyectamos lo que esperamos del futuro, cada vez que uno se sienta en Zazen es una ocasión única, distinta y genuina, una posibilidad de estar consciente, tanto si meditamos como si comemos una hamburguesa con patatas, o pintamos una pared.

También es Práctica si se tiene la actitud mental adecuada.
La propia vida es Práctica si se tiene la actitud mental adecuada.

Uno se sienta en un acantilado, al amanecer, temprano, hace frío, percibe sensaciones físicas, sensoriales….
observa el horizonte y al poco tiempo va saliendo el sol, los primeros rayos despuntan ofreciendo una luz intensa pero cálida, el cielo grisáceo toma un tono rojizo y las nubes blancas se vuelven aún más blancas por el reflejo del sol asomando.
A los pocos segundos el sol muestra su forma y el cielo se convierte en un cuadro de colores rojos, azules, blancos, grises e incluso amarillos.

Uno ve, uno observa.
Uno ve el sol.
La imagen explota en la retina y permanece en la memoria, eso ya fue, pero el recuerdo permanece.
Uno no se apropia de la imagen.
Lo que queda ahora es el recuerdo, y uno se apropia del recuerdo.
Hay que soltarlo.

Nadie puede robar el recuerdo, pero nos afanamos en conservarlo y recuperarlo una y otra vez, nos empeñamos en repetirlo.
Esto requiere un desgaste y un esfuerzo innecesarios.
La próxima vez que veamos un amanecer ese recuerdo impedirá que lo veamos.
Por eso hay que abandonarlo.

Esto nos pasa con todos los pensamientos no solo con la contemplación.

Durante la Práctica, se dice que se dejen pasar los pensamientos.
¿Acaso dejar pasar los pensamientos no es una acción?
Sí que lo es, de hecho requiere un esfuerzo mental, la actitud debe estar orientada a practicar sin intención, sin finalidad y con una actitud mental totalmente inafectada.

Los primeros años se requiere esfuerzo, hay que ir a por el pensamiento y cortarlo, ver que «nos ha cogido de la mano» y nos ha llevado de paseo haciendo que perdamos «la permanencia».
Hay que permanecer.

Es como respirar, si uno observa la respiración se da cuenta de que respira, pero si se olvida de prestarle atención, el cuerpo sigue respirando.
Con la Práctica es lo mismo, los pensamientos cotidianos, los problemas, siguen estando ahí si se les busca, si son llamados, pero no nos afectan, al menos desde luego no lo hacen de una forma tan frontal y tan hostil como antes de comenzar a practicar.

No debe uno apropiarse de nada, ni siquiera los pensamientos son de uno, esto debe percibirse y hará más fácil que uno permita que se marchen, por muy arraigados que estén.

Me pide consejo, me hace preguntas….

Yo no soy un maestro, solo observo, soy un gran ignorante.
Yo no sé nada, yo no tengo nada, nada para mí y nada para ofrecer.
Percibo un gran sufrimiento de forma continua, y ese sufrimiento, a veces propio, a veces ajeno es demoledor, agotador.

Yo solo pienso, algunas veces practico, y siempre respiro, vivo y observo, observo hasta la extenuación física y psicológica.

Y es algo que no recomiendo. No lo recomiendo en absoluto.

Sé que hay Calma porque la he percibido, pero esa Calma ES en ausencia de la imagen mental de uno mismo.
No digo que aparece, digo que ES.

Esto significa que el «yo» ahuyenta la Calma.

Todos los pensamientos que se refieran de alguna forma a la persona, a lo que piensa uno de sí mismo, a cualquier cosa que crea que le afecta o le pueda afectar como individuo separado y único ahuyentan la Paz que existe bajo todo eso.

Si se busca se pierde la actitud adecuada.
No hay que buscar.

Si se espera se pierde la actitud adecuada.
No hay que esperar.

Si se valora si la actitud es la adecuada, se pierde la actitud adecuada, pues nos hemos puesto a valorar, a juzgar, a discriminar, a seleccionar, a elegir.

La clave es detenerse sin intención, sin darse cuenta.

Si realmente la Práctica es un problema hay que parar.

En contra de lo que muchos creen, el estado natural de la mente no es el pensar.

Insisto, si la Práctica no es buena hay que parar, porque si no, la Práctica se fija como un pensamiento más, y nos impide ver dónde y cómo estamos en realidad.

En este caso, no sirven anestesias, no se trata de sufrir sin más, hay que contemplar el sufrimiento psicológico para comprender su origen, sus mecanismos, sus movimientos y así tener la opción de trascenderlo.

Como curiosidad, quien esto escribe lleva más de 2 años sin practicar por esa misma razón.
Cuando lo entienda continuaré o no.
No sé si será correcto o no.
¿Qué más da?

Uno cree que no espera nada, pero si algo espera es no dañar.

El pensar

Publicado: 2 febrero 2011 en Reflexionando.....
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Durante la meditación y también fuera de ella, pero sobre todo durante la meditación, uno percibe de pronto que está pensando en algo que le preocupa.
Uno puede observar claramente que ese pensamiento no estaba antes y que ahora si está.
Pero ese pensamiento no es nuevo, ya ha estado ahí antes; por tanto está en algún lugar y lo recuperamos, lo ponemos en el punto de mira de la mente, frente a nosotros.
Eso significa que el pensamiento que genera inquietud está en algún lugar y ha ocurrido algo, que lo ha recuperado al ahora.
Ese algo puede ser muy sutil o no.
En lugar de buscar la razón por la que ha aparecido este pensamiento y de esa manera alimentar la preocupación, debemos soltarlo inmediatamente, dejar que pase, no regocijarse en el pensamiento ni buscar una solución al problema que plantea (salvo que sea el momento preciso de hacerlo).

Del mismo modo, la mente funciona igual con los pensamientos o sensaciones que producen bienestar, alegría, paz o placer.
También podemos recuperarlos y que en cualquier momento aparezcan; podemos recordar estados de ánimo establecidos por uno o varios pensamientos, simples o complejos.
Es un recuerdo placentero que traemos al ahora.
Una herramienta que nos ayuda. Pero a la que no debemos apegarnos.
Esto lo hacemos continuamente de forma involuntaria, pero la facultad de hacerlo se puede cultivar y perfeccionar, por ejemplo, se usa mucho en meditaciones que utilizan técnicas de visualización.
Cuando la mente está muy quieta, en silencio, se puede llegar a observar con cierta claridad de donde salen los pensamientos, como surgen.
Aparentemente todos salen del mismo lugar, es más tarde, una vez percibidos, cuando nos conducen a un estado de alegría o de inquietud, por tanto el problema no está en el lugar de origen de los pensamientos, sino en la interpretación que hacemos de ellos.
El mundo es perfecto, el problema surge de nuestra forma de ver el mundo.

Lo percibimos de forma parcial, sesgada y desde un punto de vista individual, independiente y separado, como si el mundo fuera distinto a nosotros. Eso genera un conflicto permanente. Allá donde miremos, estamos observando desde nuestro punto de vista personal. No hay unidad.

Otra certeza que se desprende de esto es el hecho de que existe algo entre los pensamientos, algo entre el momento de no pensar y el pensar, hay un hueco, hay un lugar, hay un vacio ahí….
Cuando uno tiene la costumbre de observar de donde surgen los pensamientos, con el tiempo encontrará un «lugar» sereno, silencioso y tranquilo.
Los pensamientos que surjan dejarán de ser analizados y juzgados, y por tanto tendrán un impacto cada vez menor en el estado de ánimo.
Ni alegría ni tristeza, sino un estado inafectado.

Si no tomas unas decisión, esa es la decisión que has tomado.

Alguien puede preguntarse que hay de malo, una vez dominadas estas técnicas, en cultivar los pensamientos que producen o que sugieren alegría, bienestar o placer.
La respuesta es que la mente SIEMPRE tiene una tendencia a perpetuar lo que le produce placer, bienestar y alegría, de esta forma, no estaríamos observando el lugar de donde surgen los pensamientos, sino el efecto (en este caso aparentemente placentero) que generan en el cuerpo y en la mente.

Este es el mismo problema que se presentaba al principio, solo que menos desagradable.
En realidad sigue sin resolver el conflicto de una mente que se regocija en aquello que le produce placer e intenta evitar a toda costa aquello que le produce sufrimiento.

En definitiva, esta actitud no nos saca de una mente que se sigue identificando con lo pensado.

Pensamiento_9

Publicado: 10 noviembre 2010 en Pensamientos cortos
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Antes de hablar, concluye.
Antes de concluir, reflexiona.
Antes de reflexionar, piensa.
Antes de pensar, constata.
Antes de constatar, percibe.
Antes de percibir, permanece en silencio.

Solo si percibes, constatas, piensas, reflexionas y concluyes dirás algo con cierto criterio.